Luces estentóreas los ciegan fugazmente. El barro brilla y
huele a tumba. La noche tapiada los abraza. El aliento nace quebrado por un
frío azul. Ramón les lee en un susurro la última carta. Ahora sí logran
acorralar al miedo y se duermen pensando verbos. Después de todo, ¿qué más
queda en esta hora trémula que las palabras?
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