martes, 6 de agosto de 2013

Aquí están, estos son

Revisando los textos que me gustaría mostrar, publicar en esta especie de Alejandría cibernética, tan posmoderna, tan global, se me acelera el corazón. ¿Es que acaso ellos, mis queridos textos, podrán existir fuera del nido? ¿No los destrozará algún lector avezado, tal vez un poco cínico? ¿Qué harán pobrecitos a la intemperie, sobre estas páginas que, con apenas un poco de esfuerzo, me creo que son de papel? ¿Llegarán a alguna parte? ¿Los cobijarán lectores amables o conocerán el frío en el agosto de la ciudad?

Por suerte, enseguida me calmo porque por debajo de la puerta se cuelan otras preguntas menos desconfiadas. Y con ellas, el coraje para darles un empujoncito a estos textos-hijos y decirles: Vamos, vamos, que acá la casa quedó chica, y lo mejor está por venir. Ellos me miran inocentes, pero como los eduqué bien, obedecen sin chistar y salen a la vereda, y después a la calle, y después cruzan la plaza, y después ya no los veo más. 

A todos menos uno: cuando vuelvo a mi escritorio, me doy cuenta de que un texto breve y esmirriado (¿acaso un poema sin terminar?) se quedó quietito, haciéndose un bollo para perderse en el cesto de papeles. Hago como si no lo hubiera visto y me sonrío: siempre habrá alguno que quiera quedarse en casa al menos un rato más.



No hay comentarios:

Publicar un comentario