Llovió.
Adorada Noelia:
En la calle el verano deja
respirar.
Mi corazón se exalta apenas te
nombro.
El sol viene asomando como si fuera
del veinticinco.
Mis manos se estremecen al
recordar las tuyas.
Allá en la esquina vuelve a vocear
el diario el Turquito Julián.
Mi memoria recorre tu rostro,
dulce, blanquísimo como las nieves eternas de los Andes.
Salen las palomas de su refugio y
picotean las ciruelas de la verdulería.
Mi boca ansía con locura volver
a estar cerca de la tuya, fruta madura de mis deseos.
Los pibes del barrio empiezan a
poblar las veredas con sus botas de goma gastada.
Prométeme tu amor porque el mío
ya lo tienes hasta el fin del mundo y de los días.
Se desafían a pisar los charcos que
tienen en el fondo un barro gris y ceniciento.
¡Oh Noelia de mis sueños!
¡Prométeme que serás siempre mía!
Como siempre, Miguelito llega
último, pero hoy se siente victorioso porque con sus botas violetas acaba de
hundir un papel, una hoja de cuaderno con algo escrito. La pisa, la aplasta y
con el otro pie la levanta y de un sacudón la manda a otro charco más grande.
Sale corriendo contento, apurado para no quedarse atrás.
¡Oh Noelia de mi corazón! ¡Yo
siempre seré tuyo!
Amorosamente,
Luis Alberto
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