jueves, 19 de septiembre de 2013

Amor urbano



A veces alguna tarde
la ciudad se confunde
y duerme
inventándose una siesta

Cree que es fulgor naranja
como el hábito
de un monje adorando
a Krishna en los parques
O que es ropa tendida
en las terrazas puro viento
O el silbido espeso
de una máquina de café
borracha en su elixir negro

La ciudad a veces
se confunde
no quiere despertarse
y busca el olvido

Pero las horas se escurren
como las gotas
en una clepsidra
y las marquesinas se entusiasman
encienden amores
furtivos o claros
las veredas se ilusionan
con un rocío leve
y un tren apura el paso

Y entonces la ciudad
por fin se endereza
estira los brazos
suelta sus modorras

Después de todo
ella es ciudad fiel
como una gata herida
y a media cuadra
en el umbral fresco
de aquella casa
su noche la espera

O quizás esté aquí
a la vuelta de mi esquina

sábado, 14 de septiembre de 2013

Pequeñas historias de desayuno



Había una vez un café con leche que quería ser té con limón. Cuando se miraba al espejo y se veía tan pálido, lloraba: “Bua, bua, quiero ser oscuro como la noche y que la gente haga una mueca cuando me toma”. Y volvía a mirarse y hacía esa mueca que se le dibuja a la gente en la cara cuando toma té con limón (porque el té con limón es un poco ácido).

Había una vez una medialuna que quería ser vigilante. Cuando se miraba al espejo y se veía tan curvada, lloraba: “Bua, bua, quiero ser flaca, alta y derechita y que la gente se pelee por agarrarme”. Y volvía a mirarse mientras se zarandeaba sola, como la gente zarandea las cosas cuando se pelea por agarrarlas, porque en la bandeja de facturas nunca ponen suficientes vigilantes.

Había una vez una nena que mientras desayunaba, suspiraba: “Ah, quiero ser un gorrión y saltar de rama en rama por los árboles de mi plaza”. El café con leche y la medialuna la miraron extrañados y pensaron: “Qué rara esta nena, cómo va a querer ser gorrión si los gorriones no toman riquísimos cafés con leche como yo” (eso lo pensó el café con leche) y “Qué rara esta nena, cómo va a querer ser gorrión si los gorriones no comen riquísimas medialunas como yo” (eso lo pensó la medialuna). Y así estaban los tres, pensando y meditando, hasta que se olvidaron de que querían ser otra cosa y se fueron contentos a jugar.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Rezo por vos



Un día de lluvia me puse a hacer limpieza en los viejos roperos de la casa de mi mamá. Había objetos y recuerdos de los más diversos colores y tamaños: el moño de raso blanco que usé para mi primera comunión, el delantal de séptimo grado “autografiado” por todos mis compañeros, cartas de mi primer novio, medallas de natación, caracoles de alguna playa de Mar del Plata, un manual de la primaria (tenía las hojas amarillentas, perdidas en el olvido), y mi cuaderno de quinto grado. Lo abrí con una sonrisa a punto de aparecer y con cierta curiosidad. ¿Cómo era mi letra en ese momento? ¿Cómo se llamaba la maestra? ¿Qué colores usaba para dibujar? De mi maestra me acordé enseguida, y también reconocí de inmediato la letra cursiva con la que hace treinta años, escribíamos todos los chicos.
     Pero había algo más: una foto que claramente yo había recortado de alguna revista y que después había pegado en una de las páginas de mi cuaderno. 20 de abril, decía el encabezado. Y el pie: Rezando por la vida de nuestros soldados y el triunfo de nuestra Patria. En la imagen, un Galtieri con gesto circunspecto y la cabeza levemente inclinada hacia delante en actitud piadosa. Estaba arrodillado en un banco de alguna iglesia castrense, frente a una cruz sufrida que cobijaba ese vergonzoso delirio. 
     Vi la foto y sentí el golpe brusco de la ceguera de aquel momento. Y pensé en Gustavo, y en otros soldados también, y en sus temblorosos dieciocho años al borde de un precipicio oscuro y voraz.

martes, 10 de septiembre de 2013

The prisoner of the round tower



Somewhere in the world
a forest raises its leaves
deep and far in the sky
A sea of branches
and tiny twigs
grow and fly
and paint the clouds
green.

And I wonder
is this somewhere
on the earth
or is it perhaps
a lonely spot
in my heart.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Conversaciones con mi hijo



lunes 1 pm, camino al colegio

—¡Mamá, mirá! ¡Crecí! Ahora el piso me queda más lejos.

martes, mediodía

Hace un frío de temer y el viento sopla como loco. Marcos mira por la ventana y me dice con absoluta certeza:

—Mamá, cuando hay mucho viento, los árboles bailan. Eso me lo dijo una seño en el colegio.

Él sigue almorzando. Y yo pienso contenta que todavía quedan maestros con imaginación.

miércoles 8 am, en el desayuno

—Mamá, cuando sea grande yo quiero ser normal.
—Ah, sí, ¿normal?
—Sí, aunque en realidad me gustaría ser mozo.
—Uy, Marquitos, qué difícil, hay que tener mucho equilibrio y buena memoria.
—Ah, entonces prefiero ser cocinero, obvio.

jueves 9 am, camino al colegio

—Mamá, ¿quién es Poseidón?

Por suerte, justo pasábamos por lo de Anita, que estaba limpiando la vereda y le contestó.

jueves 10 pm, antes de dormir

—Mamá, ¿hay escuelas donde los niños van solamente los sábados y domingos, y toda la semana no van?
Pienso en las Sunday schools de Estados Unidos, adonde los chicos van y estudian religión, y le digo, no, no hay chiquito, una lástima, ¿no?

viernes 9 am, camino al colegio

—Mamá, yo quiero ser santo.
—¿Qué cosa? —pregunto. Me parece haber oído mal.
—Sí, quiero ser santo, pero no para tener esa lucecita arriba de la cabeza, para eso no.
—Ah, ¿y para qué?
—Para hacer escuelas.
—Pero para hacer escuelas no hace falta ser santo.
—Ah, claro, puedo ser constructor.
—Sí, o maestro —le digo, y pienso que por ahí ambas cosas son lo mismo.
…..
—Mamá, ¿qué hizo Simón Bolívar?
Uy, este hijo mío, cuántas preguntas a esta hora.